Desde su introducción, las bombillas LED se han posicionado como la solución energética más eficiente para reemplazar a las tradicionales. Estas bombillas, que representan un avance significativo en tecnología de iluminación, mantienen la estética y el cálido resplandor de las incandescentes, pero ofrecen un rendimiento energético notablemente superior. Pero, ¿realmente estamos aprovechando al máximo sus beneficios?
Técnicamente hablando, las bombillas LED son diodos emisores de luz, o mejor dicho, semiconductores diminutos encapsulados en plástico que protegen su estructura y dirigen la luz. A diferencia de las bombillas incandescentes, que funcionan mediante un filamento que brilla al ser atravesado por una corriente eléctrica, los LED generan luz a través del movimiento de electrones, lo que produce fotones con una generación mínima de calor.
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En términos de consumo energético, las bombillas LED destacan por su eficiencia. Utilizan hasta un 75% menos de energía en comparación con la iluminación tradicional. Sin embargo, a pesar de su eficiencia, la transición hacia esta tecnología ha llevado a un aumento en el uso de luz en nuestros hogares y oficinas, lo que plantea un nuevo desafío en la gestión del consumo energético.
EL DESAFÍO DEL CONSUMO EXCESIVO
Un estudio de IHS Markit indica que las luces LED consumen significativamente menos energía por lumen producido, siendo un 40% más eficientes que las lámparas fluorescentes y un asombroso 80% más que las incandescentes. Sin embargo, el problema surge cuando comenzamos a iluminar nuestros espacios con más luz de la necesaria. La baja inversión en iluminación LED nos ha llevado a un uso desmesurado, lo que contradice el objetivo inicial de reducción del consumo energético.
Investigaciones publicadas en la revista Science Advances han revelado que la superficie iluminada artificialmente en la Tierra ha crecido en luminosidad y extensión. Este incremento en la iluminación nocturna demuestra que, a pesar de nuestros esfuerzos por reducir el consumo energético, estamos utilizando más luz que nunca. Un fenómeno que los expertos han denominado “efecto rebote”, donde el bajo costo de la iluminación LED provoca un aumento en su uso.
Además de la contaminación atmosférica, ahora enfrentamos otro enemigo: la contaminación lumínica. Este nuevo tipo de contaminación, que afecta tanto a la fauna como a los ecosistemas, está siendo ignorado en medio del auge del marketing de bombillas LED, que sigue beneficiando a los fabricantes y compañías eléctricas.
LA TOLERANCIA EN LA ILUMINACIÓN LED
Un aspecto que a menudo se pasa por alto es la tolerancia en la medición de la luminosidad de las bombillas LED. Las normativas europeas permiten un margen de error del 10%, lo que significa que una bombilla anunciada como de 600 lúmenes podría estar emitiendo solo 540 lúmenes. Este desfase no solo afecta la percepción del ahorro energético, sino que también impacta en la economía del consumidor, que acaba pagando más por un producto que no cumple con lo prometido.
Es crucial considerar también la duración de las bombillas. Mientras que los fabricantes de bombillas incandescentes pueden garantizar más de 1,000 horas, muchas LED prometen entre 15,000 y 20,000 horas. Sin embargo, en la práctica, hemos observado que algunas bombillas de otras marcas se funden mucho antes de cumplir su vida útil prometida, lo que pone en entredicho la idea de que el LED es siempre la opción más económica.
GANANCIAS PARA FABRICANTES Y COMPAÑÍAS ELÉCTRICAS
A medida que el mercado de las bombillas LED se expande, los principales beneficiarios son, sin duda, los fabricantes y las compañías eléctricas. Los fabricantes han encontrado en este nuevo sistema una oportunidad de negocio, sustituyendo las bombillas tradicionales por modelos LED que, aunque más eficientes, tienen precios que a menudo no reflejan su verdadero costo de producción y rendimiento.
Por su parte, las compañías eléctricas están cómodas con la situación actual. En lugar de invertir en la modernización de su infraestructura, prefieren que los gobiernos y las empresas gasten en la adopción de iluminación LED, lo que les permite seguir operando con un sistema que, en muchos casos, ya está obsoleto.
En resumen, aunque la iluminación LED ofrece beneficios innegables para el medio ambiente y ayuda a reducir la huella de carbono, el modelo de negocio que se ha desarrollado alrededor de su uso podría estar perjudicando a los consumidores. Estamos enfrentando un dilema en el que, a pesar de las ventajas tecnológicas, el uso irresponsable de esta nueva forma de iluminación puede llevarnos a mayores gastos y a una nueva forma de contaminación.
¿QUÉ TE PARECE?
¿Has notado un aumento en tu consumo eléctrico desde que cambiaste a bombillas LED? ¿Crees que las bombillas LED cumplen con las expectativas de ahorro energético que prometen? ¿Qué medidas consideras que se deberían tomar para reducir la contaminación lumínica? ¿Te has encontrado con bombillas LED que no cumplen con la duración prometida? ¿Cuál crees que es el futuro de la iluminación en el hogar, considerando los pros y contras del LED? Déjanos tus comentarios y comparte tu experiencia con nosotros. ¡Te leemos!
Muchas gracias por leerme. Hasta pronto.
Redacción de rdndigital.com con información de computerhoy.20minutos.es
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